martes, 30 de junio de 2015

Mariposa de pies descalzos














Mariposa de pies descalzos
De Luis Quinteros


Obra ganadora del certamen de dramaturgia “Nuestro Teatro” organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación Argentina.
Jurados: Lautaro Vilo, Virginia Innocenti, Cristina Merelli, Andres Bazzalo y Roberto Perinelli. Estrenada en el Ciclo homenaje a Teatro Abierto.
Estrenada en Teatro El Picadero, con dirección de Laura Yusem
y actuación de Ingrid Pelicori. Mayo de 2014.
Reposición: junio de 2015. Teatro Patio de actores. Buenos Aires.




Obra ganadora del 1° premio en la región Centro-Litoral.
16º Concurso Nacional de Obras de Teatro -Dramaturgia Regional- del Instituto Nacional del Teatro.
El Jurado estuvo integrado por José Luis Valenzuela, Juan Cruz Sarmiento y Jorge Accame.
Edición en proceso.

Obra elegida como Mejor obra para adultos en los Premios Argentores a la mejor producción autoral del año 2014.
Jurado: Luis Saez, Martín Bianchedi, Ana Alvarado, Cecilia Hopkins y Mecha Fernández.
Edición en proceso.





A todos los actores y técnicos que me han acompañado hasta acá en el camino de la construcción teatral. A Ecléctica Teatro, agrupación con nombre de mujer que siempre me reconfigura. 

Inés
La circularidad del pasillo guía el recorrido hacia los palcos, mi cuerpo conoce de memoria la curva que debe seguir hasta el palco número veintiuno, el segundo del ala derecha, es uno de los que no se venden, por el ángulo de visión. Los palcos superiores uno y dos en el ala izquierda, así como el veintiuno y veintidós del ala derecha, se usan para los amigos de los bailarines, para los conocidos de los figurantes, para la familia de los acomodadores. Yo no invito a nadie, familia no me queda, no tengo amigos a los que puedan interesarles conciertos, óperas o ballets.
Mi lugar especial, así le digo al pasillo curvo del ala derecha, el contorno de la sala principal, la periferia bordeaux, acolchada, blanda que recorro  cada día de función, en una intimidad casi infantil… Podría andar con los ojos cerrados o con las luces apagadas… Una especialista en moverme a oscuras y en silencio, eso soy. La alfombra esponjosa cubre el territorio por donde me muevo cada noche, cada velada. Ocasiones únicas. Dos semanas de ópera…

…porque en esta ciudad se acaba el público, no es como en las grandes capitales donde la gente abunda…
…eso le escuché decir el otro día a un violinista. Dos temporadas de ballet, una en la primera mitad del año y otra en la segunda. La  orquesta sinfónica y el coro polifónico tienen presentaciones únicas, ¿esporádicas, se dice? cada tanto, a veces, de vez en cuando.
¡Qué lástima! Pienso, tanto trabajo, tanto ensayo. Los músicos, los bailarines, los cantantes son empleados, igual que yo, cobran sueldo, pero tanto preparativo para tan pocos días… Como los grandes momentos que una espera vivir, se nos pasa la vida esperándolos y cuando llegan… una se queda así como si nada, dura, como diciendo, ¿ah era esto? ¿No se supone que era más?
¡Qué lástima! Pienso, una sala tan linda, tan grande. Un director  famoso, que no voy a decir el nombre, porque no puedo. Soy una especialista en guardar secretos y también en custodiar objetos perdidos. Este señor, dijo algo así como que; bueno, él está acostumbrado a viajar, trabaja en La Capital, conoce grandes teatros del mundo… dijo:

Este teatro tiene una de las mejores acústicas de la región, comparable con los mejores de Europa. Este teatro del interior es uno de los mejores de Latinoamérica, es una reproducción a pequeña escala del teatro más grande de Buenos Aires.

A mí me emociona escuchar eso, perdón, voy a llorar… Lo que pasa es que estoy indispuesta, hace quince días que sangro, la ginecóloga dice que es parte de los síntomas previos.

(Silencio)

En estas ocasiones únicas siempre deseo desde lo más profundo de mi corazón que el teatro esté lleno, no solamente en los estrenos, sino en todas las presentaciones de “La semana especial”.
Cada  día que llego necesito confirmarlo, acercarme a la ventanilla y preguntarle a Vicente, el empleado de la boletería ¿cómo estamos para hoy?... seriamente lo hago, con preocupación. Es emocionante llegar y no tener que preguntar nada porque está puesto el cartelito de “localidades agotadas”.
María Rosa, mi única amiga del teatro, la que me enseñó el oficio,  me dice:
¡Qué te calentás, vos! si nosotros cobramos el sueldo igual, si se llena de gente es peor, más trabajo, los pies nos van a reventar de tanto ir y venir acomodando estúpidos que ni un billete te tiran, únicamente unas monedas miserables… con suerte. Para mí que en el Colón no pasa esto, en ningún teatro del mundo se deja sin propina a los acomodadores.

Yo no opino lo mismo, me gusta mi trabajo, es una ceremonia entrar por la puerta principal, el gran acceso del público, aunque después tenga que cruzar todo por adentro para marcar tarjeta. Me gusta bajar del colectivo, cruzar impaciente la avenida Vélez Sarsfield… no voy hasta la esquina como debería para usar la senda peatonal, sino que lo hago por el medio de la calle.
Cada tarde de mi vida me enfrento con el gran edificio… ¿Parece una iglesia no?... Yo no soy creyente, pero cada vez que esas columnas me miran del otro lado de la avenida tengo como una revelación. Pienso en los edificios que están desde siempre, como las iglesias y los conventos de nuestra ciudad. Aquí estaba este teatro cuando las calles eran de tierra durante el siglo pasado, desfilaron frente a su puerta todas las manifestaciones, las luchas, los reclamos, el humo negro del Cordobazo acarició sus paredes, muchas gotas de sangre mancharon los escalones de mármol blanco de la entrada. Este enorme edificio estaba cuando el centro se inundaba por la lluvia, antes de que La Cañada encauce el río Suquía.  Justo arriba de la entrada, la escultura traída de Europa para la inauguración del teatro en mil ochocientos noventa y uno me recibe; pasaron más de cien años y allí están las tres figuras,  la del medio me mira desde las alturas con los brazos abiertos, en su mano derecha una antorcha y en su mano izquierda una corona de laureles “bienvenida” parece que dijera y las otras dos a los costados acompañan el recibimiento tocando sus instrumentos, la de la izquierda mira hacia el centro de la ciudad y toca la lira y la de la derecha mira hacia el shopping que está pegado al teatro y tiene una trompeta o algo parecido. Podría jurar, asegurarles que suena, esa trompeta o corneta cuando cruzo la calle corriendo, suena.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis  escalones subo, llego al descanso, giro lentamente mi cabeza hacia la izquierda y veo el cartel en la boletería “localidades agotadas”. Me sube como una convulsión desde el estómago, se me hace un nudo en la garganta y tengo ganas de llorar, mi cuerpo empieza a temblar desde los talones, pantorrillas, rodillas, muslos, estómago, pecho, brazos, manos y mejillas… ganas de saltar  tengo, volver a la calle y frenar el tráfico y gritarles “localidades agotadas”… Me paralizo, me da un sofocón, toda esa excitación se incendia, ardo,  me viene un calor de golpe en la parte de arriba de todo mi cuerpo. Recuerdo que es otro de los síntomas. Vicente desde la boletería grita:

¿Estás bien Inés?  ¿Querés que llame a tu jefe? Estás muy colorada Inés, tenés la cara roja ¿Qué son esas manchas en el cuello? ¿Te sentís bien? Me estas asustando ¿Te acerco un vaso de agua? Inés, Inés…Inés.

Escucho mi nombre sin poder entender del todo. Levanto el brazo izquierdo para que Vicente deje de gritar, después me calmo, respiro, me recompongo y entro al teatro. Antes de atravesar  el hall principal dejo caer la cartera, el calor de mi cuerpo no baja del todo, lo voy soportando de a poco, me desanimo, decaigo. En general a esa hora no hay nadie porque todos mis compañeros entran por la otra puerta, la del costado, por la calle menor. Me saco los zapatos sin agacharme y los dejo caer, luego camino por el piso helado, subo los cuatro escalones blancos de mármol anteriores al descanso del acceso principal a la platea. Cuando voy subiendo la escalera, mi cabeza gira hacia la derecha y no me veo reflejada en el  espejo dorado, dudo de mi existencia, no estoy segura de que ese momento sea real. Cuando mi frente se apoya  en la columna izquierda de la arcada anterior al descanso y siento el frío del mármol, confirmo que sí es de verdad todo lo que está pasando. Termina de bajar la temperatura, me doy cuenta que me hice pis ¿Podrá ser un síntoma? me pregunto. Caen lágrimas calientes, otra señal de que estoy viva. De a poco dejo de abrazar la columna. A pesar de sentirme sucia, me repongo, me acomodo, respiro, miro un lado y otro del hall, no hay nadie… en realidad sí, siento algunas miradas pero esas no tienen voz… escucho algunos murmullos, camino hacia atrás volviendo sobre mis pasos, estoy algo desconcertada, me doy cuenta. Conozco cada centímetro del teatro, un detalle que esté fuera de lugar me pone alerta, avanzo de espaldas para tener una vista panorámica y ¡crac!  Mi cola choca contra los barrotes dorados de la puerta cancel abriéndola apenas. El ruido de la calle entra de repente, un bocinazo me perfora los tímpanos y caigo al suelo. Todos mis sentidos se agudizan: el olor de las baldosas, el chillido punzante del vaivén de la puerta que me aturde hasta detenerse, los murmullos de las voces que más de cien años pisaron ese hall, el frío que recibe mi oreja izquierda del piso, mi respiración agitada y el corazón que golpea contra mi pecho por dentro doliéndome hasta la garganta en cada palpitación. Estoy toda mojada de transpiración y de pis, tiemblo por los escalofríos… recuerdo que es otro de los síntomas.  Con la visión invertida alcanzo a ver una caja de cartón asomada detrás de la columna derecha, sobre el descanso anterior de acceso a la platea, eso es lo que desencaja, me doy cuenta. Luego me incorporo y sentada en el piso me aseguro de estar viendo bien y que esa caja no sea inventada por los síntomas. Está ahí, no hay dudas, me digo entre susurros… me pongo de pie, ya no estoy mareada pero siento una rareza en la cabeza, me acomodo el pelo húmedo de transpiración, me coloco los zapatos que están tirados en el piso y tomo mi cartera, miro de un lado a otro asegurándome de que no haya nadie, el sonido de mis pasos retumban en el ambiente… uno, dos, tres, cuatro escalones antes del descanso… vuelvo a mirar para todos lados y me detengo en la caja, espío adentro y veo los programas de mano, tomo uno con delicadeza, el pulso me tiembla a medida que lo voy subiendo hasta la altura de mis ojos, la cantante japonesa de la foto me mira, mi rostro emocionado se refleja sobre el brillo del papel, no me reconozco. 

(Silencio)

En el programa de cada opera está todo detallado, el elenco, el director, los músicos, las autoridades oficiales de turno y demás… lo que más me gusta es leer la historia de cada parte de la obra, acto uno, acto dos, acto tres… el argumento se dice, me explicó un empleado de la oficina de prensa. Con María Rosa siempre leemos los resúmenes, somos especialistas en contar el cuento de cada ópera o ballet, de explicar de qué se trata lo que se va a ver en el escenario. También se nos pegan las canciones y jugamos a cantarlas en nuestro lugar de descanso, sin que nadie nos escuche. 

(Silencio)

Ese día me quedé paralizada, el impacto fue como un cachetazo, yo sabía que esa ópera iba a estrenarse esa noche, sabía lo que significaba para mí, hice un recorrido rápido en mi memoria rebobinando hacia atrás y me di cuenta que todos los momentos importantes de mi vida fueron acompañados por alguna versión de esta ópera, con cada estreno del pasado yo atravesé una situación especial en mi vida. Acontecimientos insignificantes para el resto del mundo ¿A quién puede interesarle los detalles de la vida de una acomodadora de teatro?
Lo que me impresionó fue ver una Butterfly envejecida, se supone que es una chica de quince años, pero en esta versión no. No reconocí en la foto al personaje, tampoco me reconocí a mí misma en el rostro reflejado.

(Silencio)

Voy a tratar de recordar lo que leí, algo así. Primer acto: Un oficial de la armada estadounidense llamado  Pinkerton, o algo parecido, alquila una casa sobre una colina en Nagasaki, Japón, para él y su novia, una chica de quince años cuyo apodo es Butterfly…  significa mariposa en inglés… El oficial consigue un matrimonio arreglado para llevar adelante una aventura amorosa, pero para Butterfly, casi una niña japonesa, el casamiento es de por vida. Él pretende, en secreto, divorciarse de ella una vez que encuentre una esposa estadounidense adecuada.  Butterfly está tan enamorada que renuncia a sus creencias y se convierte al cristianismo. Por este motivo es maldecida por su familia.
La primera vez que vi Butterfly fue el día que empecé a trabajar en este teatro. Era muy joven, una linda morocha cordobesa. No sé qué pasó con aquella  Inés.
Las óperas se repiten. Cada tanto se hace una nueva versión y no es que el público cambia tan rápido. Las caras son las mismas que van envejeciendo de una temporada a otra. Algún que otro joven que se suma a los que vienen todos los años. Algunos no vuelven más, como si se decepcionaran.
Esa primera vez, aquella Inés entendió a Butterfly de una manera que no se volvió a repetir…

(Silencio)

Las mariposas no nacen volando, van cambiando… primero salen de huevos como larvas, una mariposa pone cientos de huevos luego de ser fecundada. De esos huevos salen orugas que se alimentan de plantas. En un momento de su desarrollo, la oruga se protege en un lugar resguardado y allí se transforma en crisálida. En este estado no se alimenta, y sufre grandes cambios. Es como cuando la mujer se desarrolla, primero crecés en altura, todo el cuerpo se estira, queda desproporcionado, los dedos largos, los antebrazos torpes, las piernas demasiado flacas para sostener tu estatura. Después los pechos te crecen y con el primer sangrado no sabés bien qué sos. De alguna manera también te resguardas para terminar de transformarte. Yo tenía uno de esos diccionarios enciclopédicos y busqué mariposas cuando supe que Butterfly significaba eso.  Metamorfosis, así se llama el cambio que tiene la oruga luego de ser crisálida. La mariposa adulta sale rompiendo el esqueleto externo de la crisálida, como recién parida.
(Silencio)
Me sentía húmeda de transpiración y de pis. El programa colgaba de los dedos de mi mano derecha que miraba desde arriba. Empezó  a ponerse colorada, las venas se hincharon de sangre  y pensé ¡cómo se notan los años que una tiene en las manos! Por más que intente mejorarlas con cremas y adornos, por más que las cuide obsesivamente, la sequedad se nota, las manchas de la piel se multiplican, primero un grano que revienta con el tiempo, luego una mancha rosada, luego una peca marrón que se va oscureciendo, finalmente una protuberancia oscura sobre la mano flaca que perdió la gracia.
Después de leer el resumen del primer acto parada en el descanso del acceso a la platea. ¡Zas! las cortinas de terciopelo se abrieron sorpresivamente como si alguien me hubiese estado espiando y la música del primer acto sonó estruendosamente desde el foso. Fue como la corriente de un río cuando viene crecido. Los músicos probaban las partituras bajo la batuta del director musical. Los cantantes ensayaban movimientos, los técnicos ajustaban los cambios de luces. Yo corrí avergonzada apretando el programa con mi mano derecha, llegué al vestuario donde nos cambiamos, donde dejamos nuestras cosas,  tiré mi cartera y el programa aplastado sobre la mesita del mate. Me escondí en el baño pensando que me vieron.

(Silencio)

Escucho la voz de María Rosa que grita como siempre, yo sentada en el inodoro un largo rato, apoyada contra la pared, cansada, cada tanto miro por entre mis piernas el líquido rojo dentro del inodoro. Los gritos de María Rosa me aturden:

Vos siempre igual nena, no fallás nunca, con cada estreno te viene la regla y hay que aguantarte llorar. Te ponés re boluda con la música, te escondés por ahí… ni que fueses vos la actriz. Veo la misma cosa todas las noches durante una semana, escucho la misma ópera que se repite, medio que me harta. Pero a vos no, te ponés rara, todos los años lo mismo…

Ella no sabe que esta vez es especial, que a lo mejor sea la última, que el ginecólogo me dijo que algo se está terminando, que tenga paciencia.

¿Te acordás de tu primer día de trabajo? ¡Qué chiquita que eras! no se te entendía nada lo que decías, hablabas para adentro… Me acuerdo que estabas pálida, te habías manchado el pantalón del uniforme nuevo ¡qué manera de sangrar!… te tuve que prestar uno mío ¿Te acordás cómo te ayudé? Ahí nos hicimos amigas para siempre, cuantos años pasaron dios mío ¿Era esta misma ópera o me equivoco? Contestá che.

Si era la misma ópera, pero no se trata hoy del sangrado de siempre. Tampoco era la regla aquella vez. Nunca le conté a María Rosa que en mi primer día de trabajo,  venía de un consultorio, que había interrumpido… Eran años difíciles, no se podía andar por la calle, andábamos mirando el piso con temor a que nos pararan para pedirnos el documento… Tenía una minifalda de lana turquesa con unas botas negras, hacía un viento helado que traspasaba el can can y me cortaba la piel de las piernas, yo sentía como la sangre me chorreaba desde el apósito por las ingles, las medias de lana absorbían la sangre. Estaba mareada, todos me miraban en la calle supongo que por mi forma de caminar. Pasé por un puesto de diarios, leí los titulares, un teatro en Buenos Aires se había quemado en la madrugada de ese seis de agosto de mil novecientos ochenta y uno. Compré ese diario de la tarde que todavía conservo, no decían las causas del incendio. Tiempo después lo supimos, se había tratado de un atentado. A mí la política no me interesa, poco entiendo, pero esa noticia trágica marcó mi vida, se sumaba a las catástrofes que estaba viviendo, desde entonces con cada estreno me da una hemorragia, como si algo me castigara, como una condena. La música se grabó a fuego en mi piel. Conozco cada melodía, cada aria como si fuese una especialista.

(Silencio)
¿Por qué el apodo de ella es Butterfly? Tiene que haber una explicación. Yo busqué en ese diccionario enciclopédico. Los machos se exhiben volando cerca de las hembras y producen feromonas sexuales, en las maniobras de vuelo cubren a las hembras y las llenan de olor. Después de aparearlas evitan que la hembra sea copulada de nuevo taponando los genitales de la mariposa con un líquido pegajoso. Por eso se llama Butterfly…

(Silencio)

Es una ocasión única, todas las entradas vendidas, el teatro lleno. El público se está acomodando, me duelen las mejillas de tanto sonreír. Yo sé perfectamente lo que va a suceder. Los clásicos se repiten cada ocho años más o menos, eso le escuché decir a una bailarina. Ese tiempo pasó desde la última vez, este día es especial para mí, esta música me hizo vibrar, aquel día de mil novecientos ochenta y uno, de una forma que no se repitió más. Hoy voy a saber si el hechizo se vuelve a producir, si me quedan todavía algunos restos de vitalidad. Camino por la alfombra esponjosa, mis zapatos de taco se hunden en la blandura, casi como andar descalza, siento el roce de mi pantalón negro, en la parte interna de las piernas, antes no me quedaba tan ajustado, mi cuerpo está cambiando, pienso. Otro de los síntomas. Voy pasando de puerta en puerta, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve… Aplausos dan comienzo al Segundo acto.

(Silencio)

Yo sigo en el baño. Ya me duché pero volví a meterme en la intimidad del inodoro. No quiero hablar, no quiero dar explicaciones. Estoy en un momento crítico… como si fuese castigada por lo que hice. Mi cuerpo se está secando y es una tragedia. María Rosa se da cuenta y trata de entretenerme leyendo el programa que dejé sobre la mesita del mate:

Después de la boda el oficial se fue. A pesar de que pasaron tres años Butterfly aún espera que Pinkerton vuelva de Estados Unidos, su criada Suzuki intenta convencerla de que él no va volver, pero ella no la escucha y en un apasionado intento por convencerla de lo contrario es cuando canta la famosa aria ¿Me escuchás?

La música suena en mis oídos y tengo todos los síntomas juntos, calor, sudoración, ganas de reír y de llorar a la vez. Me parece que María Rosa intenta levantarme el ánimo cantando. No me pregunta más nada, solo canta… como puede:

Un bel dì, vedremo
Levarsi un fil di fumo
Sull'estremo confin del mare
E poi la nave appare

Su dulzura me hace reír, ella es una de las personas que más me conoce. Sin preguntarme nada, sin molestar, sin insistir. Ella está, su verborragia tapa mi silencio. Debería contarle la verdad. El día que nos conocimos acá en el teatro, cuando me descompuse, venía de hacerme un aborto, era muy chica, él se fue y me dejó sola, tenía una vida por delante. Una intenta hacer como si nada, seguir viviendo se dice, pero hay un lugar  que no se puede superar, la carga pesa, el silencio ahoga. Cada estreno me hace acordar a esa noche y sangro como aquella vez. Hoy se termina todo porque me estoy secando como una planta. El sangrado no va a estar más, va a ser como dejar de llorar ¿Un alivio?

(Silencio)

Las fantasías y los sueños pasan en ese escenario, nunca de este lado. No le importamos a nadie, nunca nos van a aplaudir. Me parece injusto, yo no seré una cantante lírica ni una primera bailarina pero conozco cada rincón de este teatro mejor que mi propia casa. Pienso todo esto junto y se me escapa un sollozo, lloro. María Rosa se da cuenta y para tapar sigue cantando:

E poi la nave è bianca.
Entra nel porto, romba il suo saluto.
Vedi? È venuto!
Io non gli scendo incontro, io no.

Su brutalidad me hace reír, hablar durante horas del aumento de los precios es su tema preferido, su simpleza me hace quererla más. Intenta repetir el aria que conoce de memoria de estar en los pasillos del teatro durante las funciones.

¡Bueno no te riás che! Me agarrás para la joda.
Te sigo leyendo:
Quieren casarla con otro hombre pero Butterfly no acepta. Llega un cónsul americano para decirle que el oficial va a volver a Japón pero no para vivir con ella. Butterfly cuenta que tuvo un hijo de Pinkerton, producto de su noche de bodas… acá es cuando dice que él podrá olvidarse de ella pero no de su hijo… El cónsul promete informar al oficial del asunto y trata de persuadirla a casarse con otro hombre que la pretende pero ella no quiere.
Más tarde Butterfly corre a observar con un catalejo por la ventana hacia el océano y ve un barco con bandera estadounidense. Ella decora toda la casa con flores para esperar la llegada de su amado, cae rendida y duerme.
¿Te das cuenta Inés? Ella pone flores en toda la casa para recibir a su amor. Las mariposas comen el polen de las flores… por eso se llama Butterfly… ¿me escuchás?

(Silencio)

Salgo del baño después de tirar la cadena, la hemorragia se detuvo, un poco. Al abrir la puerta con violencia María Rosa se asusta y me hace un chiste, yo sonrío. Faltan algunas horas para el espectáculo. Hay muchas corridas e histerias, gente que va y viene, cantantes, músicos, asistentes. Todo ese despliegue me emociona.
El espejo me devuelve una imagen agradable de mí misma, a pesar del entrecejo fruncido. Me gusta esta mejoría… me veo bien. Esta semana mandé mi mejor uniforme negro a la tintorería, se ve impecable, ni una arruga, a pesar de que me queda ajustado me sienta como un guante. Hoy antes de tomar el colectivo para el teatro fui a la peluquería, me tiñeron y plancharon el pelo, me hicieron las manos… El esmalte rojo y la pintura de labios del mismo color  quedan bien con el traje negro. Estoy lista con lo mejor de mí. 
El público ya fue acomodado en tiempo y forma, las mismas caras un poco más viejas. Algunos saben mi nombre, yo saludo como si fuesen viejos conocidos, me entregan dinero, limosnas que recibo con una sonrisa, sobre todo monedas que pesan en mi bolsillo izquierdo. Comienza el espectáculo, los músicos vestidos de negro afinan sus instrumentos, el director musical entra y desde su atril saluda, los espectadores conocen la convención y aplauden.
María Rosa sospecha algo porque no me saca los ojos de encima, la tengo a diez metros y a cada rato me sonríe levantando el dedo pulgar de la mano derecha junto con las cejas interrogativamente.
El teatro está lleno, es día de estreno y no quedó un solo lugar vacío, solo los palcos que no se venden, el dos del ala izquierda, el segundo de la fila y el veintiuno del ala derecha, anteúltimo de la hilera de palcos altos. Tampoco fueron ocupados los primeros palcos de los extremos, el uno y el veintidós, esos directamente dan sobre el escenario.
Estoy parada del lado de adentro de las cortinas de terciopelo bordeaux en el sector de la platea, mirando ese primer acto, la cantante que hace de Butterfly es muy buena. No entiendo por qué en esta versión tiene alrededor de cincuenta años, seguramente el director lo decidió por algo… No puedo dejar de tomármelo como algo personal. Que van a decir en el diario mañana ¿La crítica le va a dar duro? No quiero ni pensarlo. Los instrumentos suenan mejor que nunca, el vestuario es bellísimo y el decorado más sencillo que el de otras versiones.   En un momento me distraigo y leo el tercer acto de uno de los programas que quedaron en mis manos.
Tercer acto: Al enterarse de la existencia del hijo, Pinkerton llega a la casa de Butterfly con su nueva esposa americana llamada Kate para apropiarse del niño y criarlo en Estados Unidos. Cuando Pinkerton ve cómo Butterfly ha decorado la casa con flores para recibirlo, se da cuenta de que él ha cometido un gran error. Admite que es un cobarde y no puede enfrentarse a ella, de manera que Suzuki la criada y Kate le dan la noticia a Butterfly. Ella se muestra conforme con entregar al niño pero pide que Pinkerton venga a verla antes de despedirse de su hijo para siempre. Mientras tanto, ella se disculpa y se retira a sus habitaciones. Ahí se suicida con el cuchillo de su padre, se tambalea, besa a su hijo y muere. Pinkerton se apresura a entrar, pero es demasiado tarde.
Dos lágrimas calientes corren por mis mejillas. María Rosa me mira y levanta otra vez  el dedo pulgar de la mano derecha junto con las cejas interrogativamente. Yo sonrío disimulando y hago el mismo gesto, luego señalo hacia el escenario y cierro los ojos abriendo mis brazos y luego juntando las manos en mi pecho, como diciendo que estoy emocionada por la música. María Rosa frunce los labios y mueve su cabeza de un lado a otro, como diciendo no.
Finalizado el primer acto la gente abandona sus asientos para ir al baño o salir a fumar. Yo aprovecho el tumulto para escaparme de la mirada de María Rosa. Me  escondo entre los espectadores que van y vienen. Algunos me preguntan cosas porque reconocen mi uniforme, otros me piden programas. Llego al nivel de los palcos altos y me quedo oculta entre las cortinas de terciopelo hasta que todo vuelve a la normalidad. Ahí escondida recuerdo la enciclopedia. El ciclo de las mariposas… Machos y hembras se buscan activamente, usando como guía visual su aleteo característico, y empleando el sentido del olfato. Después de la fecundación, la hembra pone varios cientos o miles de huevos. En algunos casos la vida adulta es breve, no durando más que el tiempo necesario para asegurar la reproducción… Por eso se llama Butterfly pienso.
(Silencio)

Se anuncia el comienzo, las corridas que escucho desde mi escondite van disminuyendo. La música del segundo acto arranca luego del aplauso que el público ofrece al director musical, conozco la convención. Si salgo ahora es poco probable que me cruce con alguien, me asomo y no veo a nadie.
Siento la misma emoción que la protagonista, conozco la música de memoria, podría explicar el argumento de muchas maneras. Primer acto: ella se casa con un oficial estadounidense y es feliz, el matrimonio es para toda la vida, tiene quince años y es oriental, renuncia a su fe para casarse con un extranjero, su familia la odia por eso. Aplauso. Segundo acto: tengo las llaves de los palcos en mi bolsillo derecho que equilibran el peso del bolsillo izquierdo lleno de monedas. El recorrido del pasillo curvo del ala derecha es más extenso de lo normal, dura casi como el segundo acto, me cuesta caminar, los pies me pesan, parezco una escultura de piedra que de a poco cobra vida, que lentamente va teniendo signos vitales. El pasillo bordeaux, acolchado parece que latiera en carne viva, nazco de nuevo como si recordara salir del útero de mi mamá.   Segundo acto de la ópera: Tres años después. La protagonista, abandonada por su amor sufre la espera, le aconsejan casarse con otro hombre pero ella no quiere, confiesa que tuvo un hijo fruto de su noche de bodas, ahí suena la música que conozco, vuelvo a vibrar, dejo de ser de piedra del todo. Me pesa la ropa, voy dejando caer a medida que avanzo, los programas de mano, mis zapatos, el saco con las monedas, las llaves de los palcos, menos una. Ahora sí siento la alfombra debajo de mis pies descalzos, todo se acentúa y los síntomas vuelven, mucho calor sobre todo en el cuello y en la cara, mareo, agitación, angustia y excitación a la vez. Vuelvo a sentir la misma emoción pero distinta, casi que podría ser la protagonista… dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve…
Tercer acto: ya entré al palco veintiuno  y me encuentro en ese lugar neutral y pequeño que está entre la puerta de madera y la cortina de terciopelo bordeaux. Final trágico. Podría esperar el tercer acto de la ópera cuando la heroína sabe que le van a sacar el hijo y acepta… Una mujer oriental, no puede decidir demasiadas cosas… Esperar la música conocida para los finales trágicos, la voz de la cantante que hace de oriental despidiéndose del hijo como un lamento. Hacerlo ahí, justamente cuando todos los espectadores se pongan de pie en el final, pero no sería acertado porque el público vería el espectáculo completo, por lo tanto no cambiaría nada, podría quedar como parte de la tragedia del escenario, como otra decisión del director, si Butterfly tiene cincuenta años en esta versión podría pasar cualquier otra cosa rara. Entonces no,  el momento más importante del segundo acto es el ideal. Ahí sí que no seré inadvertida, a lo mejor lo toman como un atentado o como un accidente ¿Qué van a decir los diarios mañana? Trato de no pensar en eso.
Accedo al palco número veintiuno, el escalón es muy alto cuando levanto la pierna derecha casi se rompe mi pantalón, estoy hinchada y sangro. Arrastro los pies descalzos por el piso de madera hasta la columna que separa el palco veinte del veintiuno, apoyo mi mano izquierda en esa columna, subo a una de las sillas de terciopelo, el pantalón se desgarra del todo. La joven japonesa de cincuenta años  insiste en que Pinkerton va a volver porque la ama, su criada Suzuki intenta convencerla para que asuma que eso no va a pasar. Pero Butterfly insiste y canta, eso marca la música, eso resalta su canto.
Un bel dì, vedremo
Levarsi un fil di fumo
Sull'estremo confin del mare
E poi la nave appare
E poi la nave è bianca.
Entra nel porto, romba il suo saluto.
Vedi? È venuto!
Io non gli scendo incontro, io no.

Estoy parada haciendo equilibrio en la baranda del palco, veo mis pies hinchados, el esmalte rojo de las uñas agarradas como garras a la madera suave, abajo el gran público mira el espectáculo, un poco más  a la derecha los músicos bailan con sus instrumentos guiados por la mano del director, arriba del escenario Butterfly canta y llora, mi ojos siguen hacia arriba y  alcanzo a ver a María Rosa en el Palco de enfrente, el número dos… el que tampoco se vende. Ella intenta detenerme, me hace señas, aparentemente me nombra pero la música tapa sus gritos, solo veo sus gestos, después sale corriendo por detrás de las cortinas del palco.
El público no se da cuenta de nada, es el momento más conocido de la historia, la del escenario. Calculo el tiempo que María Rosa demora en correr por el pasillo curvo desde el palco número dos hasta el veintiuno, tomé precauciones y cerré el palco por dentro, tengo la llave en mi mano derecha. Escucho golpes en la puerta detrás mío, la música supera los golpes y los gritos, Inés… Inés… Inés… Me balanceo, estoy mareada, sofocada de calor y sigo sangrando, los pies y las manos húmedas, la boca seca como una piedra, la llave se escapa de mi mano derecha y cae al foso. Escucho tumultos en el palco veinte, accedieron por ahí para detenerme. Aplauso al final del aria, me aturdo, luego quedo sorda, el público grita ¡Bravo! ¡Bravo!  Y yo caigo, volando, descalza y sin alas.

(Silencio)

Desde entonces ando por acá, ya no sangro, no necesito zapatos, el uniforme negro se transformó en kimono, mi piel se puso blanca y mis labios resaltan en un rojo intenso como una japonesa. Somos muchos los que quedamos en este teatro, en todos los teatros, ustedes y yo, las voces acalladas por el fuego y el olvido. Antes podía escucharlos, en los momentos difíciles sobre todo. Ahora los puedo ver, sus caras, sus máscaras, sus vestuarios. Recorro cada rincón del teatro, mármol, terciopelo, madera, metal dorado… cuando me aburro vuelvo al pasillo curvo que me lleva al palco veintiuno y lo recorro, repito el ritual cada noche, me vuelvo a parar en la baranda y  me dejo caer.



miércoles, 24 de junio de 2015

"El señor Bergman y Dios" Ecléctica Teatro

FUNCIONES EN 2015

10- 17 Y 24 de junio a las 20:30 Hs. en la sala Azucena Carmona del Teatro Real. 

30° Fiesta del Teatro de Córdoba



ESTRENO: miércoles 08-10-2014 20:30 hs

Funciones en octubre: 
Miércoles 15/10, 22/10 y 29/10  20:30 hs.
 viernes 24/10 y 31/10          21:30 hs.
 Sábado 25/10                    21:30 hs.


Funciones en noviembre: 
 EN EL MARCO DEL FESTIVAL DE ESTRENOS DE LA MUNICIPALIDAD DE CÓRDOBA.
Martes 04/11 y miércoles 05/11  20:00 hs.


CONTINUAREMOS DURANTE NOVIEMBRE EN LOS SIGUIENTES DÍAS:
 Miércoles 12/11 y 26/11         20:30 hs.
 Jueves 27/11                      20:30 hs.  

SALA: Azucena Carmona 

Teatro Real





El Señor Bergman cumple años. Siete mujeres lo visitan, como cada año, para el ritual. El creador se junta con su obra y se pregunta sobre la creación, la soledad y las mujeres. La conciencia del director sueco desprende a las féminas de sus películas y les da voz, como un ventrílocuo,  tal vez para hablar con él mismo. El Señor Bergman está en el trayecto final de su vida, quizás sea el último festejo, necesita que lo toquen, que lo acaricien, pero el coro de mujeres se aleja, toma distancia, las musas responden por propia voluntad. El Señor Bergman quiere hablar con Dios, busca a Dios, se pregunta dónde está Dios.

Fotos de función de Diego Ruiz










Fotos de función de Cecilia Valenzuela Gioia









Sesión de fotos para gráfica de Diego Ruiz























Ingmar Bergman establecía vínculos muy profundos con sus actrices, y conoció la naturaleza femenina, en tanto objeto de su deseo, como pocos hombres, o por lo menos lo intentó. Creo que uno de los caminos más fértiles para profundizar la problemática de la soledad trágica de la existencia del hombre, es ingresar en el laberinto de sus relaciones amorosas, separadas por un límite muy delgado de sus relaciones artísticas (Marcelo Bertuccio)

FOTOS: Diego Ruiz





Entrar al Universo de Ingmar Bergman y jugar con los sentidos.













VIOLA y su ambigüedad. la que no puede estropear sus manos.





ANA, siempre confundida entre sus monólogos, demanda atención. Ana no puede ver a Dios pero la culpa igual la persigue.





 

MÓNICA, la de la mirada de desprecio, la que interpeló por primera vez al espectador a través de la lente de la cámara. La que corrió desnuda aquel verano.



CARLOTA, la más famosa, la que dejó destellos. La que no se puede emocionar. La del instrumento cansado de tanto ponerlo en el escenario.






Sr. Bergman: Raul Sanchez
Karin: Florencia Oviedo
Ana: Dani Valdez
 Mónica: Cecilia Blanco
Viola:  Sofi Panzitta
Marta: Vanesa Alba (Maria Cherta DelaBartola)
Audiovisual, sonido y proyección: Cristina Smargiassi
Diseño escenográfico y lumínico:Facundo Dominguez
Asesoramiento de vestuarios: Facundo Dominguez 
Diseño gráfico: Cristina Smargiassi y Facundo Dominguez.
Asistencia de dirección: Santiago Pianta

 Dirección general: Luis Quinteros

Comenzamos a transitar este proyecto con Daniel Delprato a quien dedicaremos cada una de las funciones que se realicen. En homenaje, a la memoria, por el cariño, la sensibilidad que nos dejó y la marca imborrable en la dramaturgia y en nuestras vidas.


PROCESO DE TRABAJO

 Las musas se despiertan secas de llanto...Cuidado con ellas demiurgo, que los hilos se pueden cortar. "El Señor Bergman y Dios" texto de Marcelo Bertuccio, dirección Luis Quinteros , proyecto de Ecléctica Teatro. En la foto Cecilia Blanco (Mónica) Sofi Panzitta (Viola)



KARIN, la más joven.
La doncella de cabello dorado. Caperucita perdida en un bosque rojo. La actriz que quiere hacer la obra de Strindberg. Atrapada en su histeria. Encerrada en un eterno casting donde debe reír o llorar de acuerdo a la mirada despiadada y manipuladora de un lobo hambriento. 
Cansada de agradar. 








ESTER, la de los poros abiertos. 
Su última pulsión, encontrarse con el Señor Bergman piel con piel. 











Marta, la incondicional.















































































































Universo Bergman

Imágenes de películas